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La estatua de Rolando en Bremen

Rodeado de mitología y de una verja de hierro que lo protege de las curiosidades extremas, Rolando se erige imponente en la Marktplatz o plaza del mercado de Bremen. Allí, frente al Ayuntamiento,la estatua de Rolando permanece vigilante sobre sus más de 10 metros de altura para proteger la ciudad y mantenerla libre. Es tan su monumentalidad que en Julio de 2004 pasó a formar parte del Patrimonio de la Humanidad protegido por la Unesco.

Concretamente, el monumento está formado por una estatua de 5,47 metros, un pedestal que suma 60 centímetros y un columna de apoyo o baldaquino que concede al conjunto sus 10,21 metros definitivos. Este coloso en piedra quedó emplazado en el mismo lugar en el se hallaba la estatua de madera de Rolando, quemada por el ejército del arzobispo Alberto II.

Los orígenes del nuevo Roland o Rolando se remontan al año 1404, cuando la estatua fue instalada como símbolo de la libertad y los derechos de autonomía que la ciudad había alcanzado. Así pues, junto con el mismo Ayuntamiento, ambas obras artísticas despliegan sobre Bremen un manto representativo de la humanidad, de la autonomía civil y la soberanía del pueblo.

Según dicen, tal es el poder de la figura que se guarda un repuesto en los sótanos del Ayuntamiento, para rápidamente poder sustituir el que hay expuesto, en el caso de que alguna fatalidad le sucediera, garantizando así nuevamente la libertad de la ciudad de Bremen.

Esta localidad alemana dirige hacia su más querido monumento un gran sentimiento de adoración, tanto es así que desde muy antiguo ha sido celosamente protegida y cuidada. En el siglo XIX, por ejemplo, los habitantes de Bremen consiguieron disuadir al mismo Napoleón de que se la llevara al Museo del Louvre y durante la Segunda Guerra Mundial la amurallaron completamente para protegerla de las bombas. Quizás, gracias a este tipo de acciones, la ciudad hanseática de Bremen ha permanecido libre y autónoma desde que Carlomagno le concediera la independencia dentro del Imperio Carolingio.

El visitante encuentra en el Rolando un asombroso caballero vestido según los criterios de la moda del 1400. Atrezado con su ceñido jubón de piel, el apretado cinturón, sus piernas entablilladas y rodillas protegidas, se alza Roland portando en su mano derecha la espada Durandarte, símbolo de la justicia y desplegando la caballerosidad ideal de aquellos tiempos.